sábado, 12 de octubre de 2024
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Transversalidad de género en el desarrollo local

Acciones necesarias para promover cambios en la subjetividad de las personas involucradas en el desarrollo.
En esta publicación se transcrible el capítulo: "Transversalidad de género en el desarrollo local. Categorías e indicadores para su abordaje" del Curso 3 del Libro "Contribución a la gestión municipal eficiente y sostenible en Cuba".

Autoras
Suset Piñeiro Coronado. Jefa del Departamento de Gestión Sociocultural para el Desarrollo, Universidad Agraria de La Habana
Yaima Alfonso Sardiñas. Vicedecana de Formación del Profesional de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas, Universidad Agraria de La Habana
Carmen Nora Hernández Chávez. Especialista del Centro de Desarrollo Local y Comunitario (CEDEL)
 
Género y desarrollo, dos temas recurrentes en los debates que se produjeron entre académicos, educadores populares y ONG durante el Decenio de la Mujer proclamado por la ONU (1975-1985), aportaron luces a la comprensión de las perspectivas “Mujer en Desarrollo (MED)” y “Género en desarrollo (GED)”, implementadas en los proyectos comunitarios de la época. Los defensores del primer enfoque respaldaban la importancia de las mujeres como fuerza de trabajo para el éxito del proyecto y para mejorar las condiciones de vida de ellas y de sus familias por la vía del ingreso económico; mientras que, para los partidarios de Género en Desarrollo (GED), lo más importante era aprovechar en el proyecto, los aportes culturales que las mujeres pueden hacer, desde sus conocimientos y experiencias específicas, a la par de atender las desigualdades en las relaciones entre hombres y mujeres. Tal vez el elemento común en los debates que se produjeron entonces, fue el reconocimiento de las condiciones y necesidades diferentes entre las mujeres y los hombres, diferencias que es imprescindible atender para lograr la participación de las mujeres en el desarrollo.
 
Actualmente en muchos de los discursos que defienden la necesidad de incorporar a las mujeres en programas de desarrollo, coexisten los dos enfoques. Los proyectos con perspectiva MED hacen de su centro el trabajo con las mujeres; enfatizan y atienden las necesidades específicas de éstas para mejorar su condición de vida. Al dirigir su atención a la satisfacción de necesidades tales como el empleo, la capacitación, los servicios, la vivienda, el crédito, entre otras, se pretende equiparar las oportunidades de acceder y participar en el desarrollo. El enfoque GED, al propio tiempo que reconoce las desigualdades por condición de género, que deben ser atendidas para incrementar las oportunidades de participación de las mujeres en el desarrollo, focaliza las desigualdades presentes en las relaciones de poder y hace énfasis en las acciones necesarias para promover cambios en la subjetividad de todas las personas involucradas en el desarrollo. Esta perspectiva es más abarcadora porque permite ubicar la variable género en la comprensión del conjunto de relaciones sociales que se expresan en la comunidad y sobre las cuales actúa el proyecto (Hernández, 2008).
 
Sea uno u otro en enfoque, no hay dudas que la introducción de la perspectiva de género en los análisis de la sociedad ha permitido una comprensión más profunda de las relaciones entre las mujeres y los hombres e identificar las posiciones que ocupan en diferentes sociedades y culturas. Su incorporación visibiliza la existencia de discriminaciones y desigualdades en el trato y en el acceso a las oportunidades, condiciones históricamente desventajosas para ellas, en el ámbito familiar, laboral, comunitario y social.
 
Por su parte, los conceptos patriarcado y relaciones de poder, aportados por las Ciencias Sociales, han contribuido a la comprensión del significado de la igualdad como un derecho consustancial al desarrollo humano y a todos los procesos sociales donde las personas se insertan; su uso constituye un abordaje importante para desmontar en la práctica el sistema de patrones culturales que perpetúa la superioridad del género masculino sobre el femenino.
 
En Cuba, una de las primeras medidas de la Revolución para cambiar la situación de subordinación en que se encontraban las mujeres, fue la unificación de las organizaciones existentes, en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), creada con la misión de potenciar la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y generar estrategias y mecanismos para reducir su discriminación. Desde entonces comenzó el camino de cambios, acompañados de nuevas leyes y regulaciones[1] con impactos a nivel del imaginario social, en las actitudes y aptitudes de las mujeres, en las producciones culturales y puestas en escenas, a partir de la participación de la mujer en la vida social con nuevos roles y funciones; no obstante, la equidad de género sigue constituyendo un reto para nuestro país.
 
 
La transversalización de género en el desarrollo local
 
Transversalizar esta perspectiva significa mirar con lupa la realidad y analizar las diferencias entre los hombres y las mujeres, y al interior de cada uno de los géneros (intragénero), para identificar los obstáculos que dan lugar a desventajas y desigualdad de las personas en el acceso a las oportunidades del desarrollo. Requiere prestar atención constante a la igualdad entre mujeres y hombres en las políticas, estrategias e intervenciones de desarrollo, de manera que se planifiquen acciones que contribuyan a la igualdad de derechos, y a las posibilidades reales, en la participación de ellas en las oportunidades. No significa únicamente que las mujeres participen en un programa de desarrollo previamente establecido, solo para su empoderamiento y mejoramiento de las condiciones, pretende asegurar que tanto las mujeres como los hombres participen en la definición de objetivos y en la planificación, de manera que el desarrollo cumpla con las prioridades y las necesidades de ambos y procure incidir en el cambio de las relaciones de poder a favor de la igualdad.
 
Este enfoque debe contemplar la identificación o diagnóstico de la realidad en la situación de partida, la formulación de la Estrategia de Desarrollo Municipal (EDM), su implementación, el seguimiento y la evaluación. Los resultados del análisis deben conducir a trazar políticas públicas locales, programas, proyectos y acciones que contribuyan a saldar brechas en la igualdad.
 
Favorecer la participación activa de los diferentes grupos poblacionales facilita una determinación más certera de las prioridades, de modo que las proyecciones municipales encarnen las necesidades, intereses y expectativas colectivas: de las comunidades y de los diferentes grupos poblacionales. Integrar en la práctica política la participación ciudadana en el poder popular, requiere protagonismo de los actores locales y una gestión pública que incorpore equidad social, donde la perspectiva de género sea un eje transversal a seguir y defender en todos los espacios de actuación ciudadana y política.
 
En el contexto actual de cambios en el modelo económico y social, donde el territorio y los municipios ocupan un lugar destacado en las políticas de desarrollo como nación, transversalizar la perspectiva de género en el ámbito local constituye un imperativo para cumplir los objetivos y las medidas para el avance de la igualdad de género.
 
Categorías para el análisis de género
 
Estudios cualitativos de la incorporación de la perspectiva de género en proyectos macro, como el Proyecto de Innovación Agropecuaria Local (PIAL) y también en los niveles territoriales y comunitarios, han aplicado, han contextualizado y han ampliado contenidos y categorías para el análisis de género en Cuba (Hernández, 2008). Una sistematización de los talleres realizados en PIAL propone las siguientes categorías:
 
División sexual del trabajo. Es el punto de partida para identificar las diferencias entre las actividades y tareas que desempeñan las mujeres y los hombres. Expresa numéricamente todas las actividades y tareas que se realizan, desagregadas por sexo; ofrece información sobre quiénes son las personas encargadas de las actividades, de la cantidad de tiempo que se invierte, así como de los ingresos que generan.
 
El análisis de estos datos ayuda a identificar: cargas desiguales de trabajo, de tiempos y de accesos a niveles de ingreso, así como permite contar con una base para continuar profundizando en las capacidades requeridas para acceder a los empleos con más alta remuneración en el lugar que se aplica el análisis.
 
Roles de género en el hogar, el espacio laboral y la comunidad. Identifica las funciones que desempeñan todas las personas que se encuentran en el espacio en que se realiza el análisis. Se basa en indicadores cualitativos que, partiendo de la división sexual del trabajo, indagan en el significado de las funciones que realizan los hombres y las mujeres. Permite identificar la reproducción de roles tradicionales o si se están generando cambios en este sentido.
 
Se reconocen tres tipos de roles de género: reproductivo, productivo y comunitario. En el rol reproductivo se ubican las tareas domésticas, las responsabilidades en la crianza y educación de niños, niñas y adolescentes y todas las labores de cuidado de familiares. Rara vez se le considera “trabajo real”, por lo cual no es remunerado a pesar de ser tareas necesarias para el sostenimiento de la economía y la sociedad en general; en muchas familias este rol se encuentra bajo la responsabilidad de mujeres y niñas, aun cuando ellas estén realizando simultáneamente el rol productivo.
 
En este rol se encuentran las actividades de producción de bienes y servicios, estatales, privadas o de iniciativas independientes que generan ingresos. También se incluyen las actividades que contribuyen al ahorro de la economía familiar. Por ejemplo, pintar su casa y arreglar equipos de su hogar, coser el vestuario de su familia, entre otras.
 
El rol comunitario (en algunos proyectos lo asocian a actividades socioculturales), son tareas que se realizan en la esfera pública, de interés comunitario. En Cuba son, por lo general, tareas voluntarias e implican dedicar tiempo para participar en actividades importantes para la organización y el desarrollo de la comunidad.
 
Acceso y control sobre los recursos y beneficios. El acceso se refiere a la capacidad para usar un recurso (natural/material) o participar de un beneficio, y el control, a la capacidad de determinar el modo en que se va a usar el recurso y la forma en que se van a utilizar los beneficios de su uso, es decir, tomar todas las decisiones sobre el recurso en cuestión.
 
El resultado del análisis de esta categoría ofrece información sobre: el tipo de recursos que poseen según el género (terrenos, casa, autos, cuentas bancarias, herramientas, equipos del hogar, etc.); la disponibilidad de acceso a los mercados (como compradores o vendedores), la disponibilidad y acceso a recursos socioculturales (información, educación, capacitación, entrenamiento, etc.) y la atención a los recursos humanos (cargos directivos y administrativos, fuerza laboral, habilidades, etc.).
 
 
Necesidades prácticas. Se relacionan con necesidades cotidianas, con condiciones de vida, tales como, contar con alimentos, vestuario, vivienda e ingresos mediante empleo u otras iniciativas económicas. Son fácilmente identificables y medibles, específicas de un grupo, quiere decir, dependen de los modos de vida, del contexto, de los patrones culturales de las personas e identifican a ese grupo específico. La salida puede estar en el suministro de recursos y servicios, las mujeres como beneficiarias mejoran las condiciones de vida, aunque, por lo general, su solución no altera los roles de género.
 
Intereses estratégicos. Son las acciones que se realizan para cambiar la posición de desventaja de las mujeres; están vinculados con la subordinación, discriminación y desigualdad de accesos. Son comunes entre grupos de mujeres, más difíciles de identificar y medir. Sus satisfacciones tienden a ser a largo plazo.
 
La calificación y recalificación para que accedan a empleos mejor remunerados y/o ofrecerles oficios no tradicionales para su género que son más valorizados socialmente, son acciones que apuntan al interés de género. Un ejemplo contrario se constató en un estudio realizado en cooperativas lecheras de un municipio cubano, donde los estereotipos sexistas funcionaban como censura y no se concebía que mujeres dispuestas, ocuparan plaza de ordeñadora del ganado mayor, con lo cual se vetaba la posibilidad de obtener mayores ingresos que el que devenían por atender al ganado menor y la limpieza de utensilios de las vaquerías (Hernández y Romero, 2014).
 
Condición y posición. La condición se refiere a las circunstancias concretas de vida, a las situaciones materiales y su esfera de experiencia inmediata; y la posición alude a la desigual ubicación social, política, económica y cultural de las mujeres respecto a los hombres en un contexto determinado.
 
La condición implica la obtención de ingresos y se relaciona con las necesidades prácticas, mientras la posición, con los intereses estratégicos, se refiere a la eliminación de discriminaciones en acceso y control a recursos económicos, la valoración económica del trabajo, igualdad profesional y salarial, independencia económica, mayor acceso al ámbito público y a la toma de decisiones, erradicación de la violencia de género.
 
Niveles de participación. Se refiere al tipo de participación de mujeres y hombres como agentes de cambio y beneficiarios en los diversos escenarios; cómo planifican, implementan, evalúan las soluciones a los problemas y son responsables de las actividades de desarrollo desde cada posición; quiénes desempeñan actividades planeadas por otros (constituyen mano de obra, asisten a seminarios) y reciben beneficios (asistencia, materiales, servicios); cuáles son las decisiones tomadas en función del desarrollo local, tanto por mujeres como por hombres, y a qué escala se realiza esta participación.
 
Es necesario visibilizar acciones de desarrollo donde se crean las condiciones para que mujeres y hombres puedan plantear sus problemas y necesidades, lo cual permite la sostenibilidad de género y contribuye al empoderamiento de las mujeres.
 
Empoderamiento femenino. Son acciones que se realizan para incrementar capacidades de las mujeres, pueden ser para mejorar el acceso a empleos, los ingresos, desarrollar conciencia de género y salir del ciclo de la violencia. Contribuyen a elevar la autoestima, implican bienestar, control, acceso, concientización y participación en todos los espacios de socialización.
 
 
Preguntas que puedan aportar a una primera mirada a la situación de género en el municipio:
 
-¿Cómo la implementación de las políticas públicas, programas y proyectos impactan las relaciones de género en el municipio? ¿Han mejorado las condiciones de vida de las mujeres en relación con la de los hombres?
-¿Cuál es la proporción de hombres y mujeres en los cargos de dirección a nivel de municipio, empresas, cooperativas, instituciones y organizaciones en las comunidades y a nivel local?
-¿Qué labores realizan hombres y mujeres en el hogar, en la comunidad o en organizaciones e instituciones municipales?
-¿Qué nivel de satisfacción personal tienen las mujeres (autoestima y confianza) en relación al resultado de su trabajo?
-¿Quiénes son las personas o los grupos más susceptibles al cambio?
-¿Qué mecanismos e instituciones del municipio han favorecido el acceso de las mujeres y los grupos vulnerables a las oportunidades que se ofrecen para el bienestar social y la calidad de vida?
-¿Mujeres y grupos vulnerables reconocen que existen mecanismos institucionales que garantizan oportunidades para ellos?
-¿Cuán sensible son las instituciones u organizaciones municipales a las necesidades de género?
 
Indicadores de género
 
Una de las actividades de investigación más complejas en los estudios de género es la definición de los indicadores para visibilizar y evaluar los obstáculos que se enfrentan para alcanzar equidad en las oportunidades, el acceso y la distribución de los recursos.
 
Los indicadores de género son herramientas que sirven para medir la situación de las mujeres en comparación con la de los hombres en distintas esferas de la vida de las personas, relacionadas con la igualdad de género (CEPAL, 2010). Se definen acorde a la situación concreta existente en el territorio y a los aspectos de interés a profundizar en el estudio.
 
Son la clave sobre la cual es posible aproximarse a la realidad sobre la condición de las mujeres. Las estadísticas de género son, por lo tanto, la mejor manera para trazar una ruta hacia un mundo igualitario para mujeres y hombres. La formulación del indicador debe contar con una base teórica que lo sustente, que sea lógico desde una perspectiva de género, para que permita reflejar y definir las diferencias y sesgos derivados de las condiciones de los hombres y las mujeres (Guzmán, 2017).
 
La formulación de indicadores que midan la perspectiva de género a nivel social, deben ser coherentes con los objetivos de las políticas, programas o proyectos y deben permitir la medición de las metas propuestas. En este sentido, los indicadores deben estar desagregados por sexo para obtener una mayor percepción de la realidad e ir construyendo políticas y propuestas de desarrollo en correspondencia con los datos obtenidos y poder minimizar las brechas existentes.
 
Los indicadores de género son la manera de medir si la transversalización de la perspectiva de género está siendo efectiva en la implementación de la estrategia de desarrollo municipal. El monitoreo permite percibir los avances en el cumplimiento de los objetivos y prevenir tempranamente algún fallo, sobre todo si en la fase de implementación los resultados no sean los previstos; entonces es posible realizar los ajustes necesarios y lograr en gran medida una implementación efectiva en la reducción de brechas.
 
 
Los indicadores de género se construyen a partir de estadística de género, la cual según Guzmán (2017) posee tres características principales:
 
1. Todas las estadísticas sobre individuos deben ser recogidas, recopiladas y presentadas, desglosadas por sexo.
2. Todas las variables y las características deben ser analizadas y presentadas según el sexo, como una primaria y general clasificación.
3. Deben hacerse particulares esfuerzos para identificar las cuestiones de género y garantizar que los datos que las abordan se sistematicen y se pongan a disposición del público.
 
En Cuba existe un sistema de estadísticas, con oficinas en todos los municipios, para la recepción y procesamiento de informaciones, útiles al seguimiento de la igualdad de género que, entre otros, recoge los siguientes datos:
 
• Porcentaje de mujeres y hombres en actividades productivas.
• Porcentaje de hombres y mujeres según capacidad para generar ingresos.
• Porcentaje de mujeres y hombres que emigran frecuentemente dentro del territorio nacional.
• Porcentaje de hombres y mujeres que participan en reuniones de barrio y se sienten parte de los acuerdos que se toman en estas (por ejemplo, rendición de cuentas).
• Porcentaje de mujeres y hombres que ocupan cargos administrativos o directivos en instituciones y organizaciones municipales.
• Porcentaje de mujeres y hombres que son graduados del nivel superior y que ocupan plazas en instituciones municipales acorde con su nivel.
• Porcentaje de hombres y mujeres que trabajan en el sector cuentapropista.
 
Con la creación del observatorio para el tema, dispuesto en el Decreto Presidencial 198/2021, es ineludible que se incorporen indicadores de género, desagregando por sexo un mayor número de datos, desde el trabajo de todos los ministerios, instituciones y organizaciones. Esto representa una nueva oportunidad para evaluar el avance de las mujeres en el municipio.
 
Con el interés de proponer indicadores cuantitativos que puedan servir de base para analizar la situación de género en comunidades donde actúan proyectos de cooperación internacional, se han indagado y se tomaron en consideración datos desagregados por sexo, que han sido muy importantes en el objetivo de transversalización propuesto.
 
En investigaciones y experiencias relacionadas con PIAL se ha sistematizado:
 
• Porcentaje de hombres y mujeres que trabajan en el sector agropecuario.
• Porcentaje de mujeres y hombres que integran la junta directiva de las cooperativas.
• Porcentaje de mujeres (productoras y asociadas) respecto a la cantidad de hombres (productores y asociados) a las cooperativas.
• Ingreso de las mujeres a la economía familiar en relación con el salario de los hombres.
• Porcentaje de iniciativas económicas en los escenarios seleccionados lideradas por mujeres y hombres.
• Porcentaje de mujeres y hombres, participantes en cursos de capacitación eventos de desarrollo de capacidades de liderazgo, eventos de socialización de experiencias y buenas prácticas.
 
A partir de investigaciones realizadas desde la carrera de Estudios Socioculturales en Mayabeque se ha diagnosticado:
 
• Porcentaje de mujeres y hombres que reconocen la igualdad entre géneros como meta en todos los espacios de la vida social (familia, grupos, trabajo, comunidad, instituciones).
• Porcentaje de mujeres y hombres que asumen responsabilidad en la ejecución de actividades sociales.
• Porcentaje de mujeres y hombres con participación en la toma de decisiones a nivel local.
• Cantidad de mujeres y hombres que tienen liderazgo a nivel comunitario o que representan a la comunidad a nivel de administración pública.
• Cantidad de mujeres y hombres con cargos administrativos en empresas e instituciones del territorio.
 
El análisis de estos datos en PIAL, PADIT[2], PROSAM[3], FORSAT[4], entre otros, donde se ha insertado y evaluado la perspectiva de género como un eje transversal, evidencian brechas entre hombres y mujeres en la implementación de las políticas públicas. Las acciones implementadas han contribuido a contrarrestar las desigualdades detectadas en los territorios donde actúan estos proyectos.
 
Las brechas de género son resultado de los tratamientos discriminatorios dados al hombre y a la mujer a diferentes escalas; son consecuencia de la ideología patriarcal manifestada en la cultura, entendida como el patrón de valores, actitudes y comportamientos en las relaciones entre las personas, con arraigo en los imaginarios y representaciones sociales, todo lo cual afecta la igualdad en el desarrollo comunitario y local (Díaz-Tenorio, González y Coderch, 2018; Ro[1]mero, Benítez y Miranda, 2018; Mujica, León y Medina, 2018; Munster y Fleitas, 2014). Tienen expresiones diversas, según características del contexto: si son zonas rurales o urbanas, de montaña, el llano o las costas, entre otras; se reproducen cuando no son tomadas en cuenta en las políticas públicas de desarrollo local, en los mecanismos de implementación y por falta de acción de los gobiernos locales.
 
Las brechas de género más frecuentemente identificadas en las publicaciones citadas son:
 
• Presencia de cultura patriarcal en las comunidades rurales.
• Insuficiente participación de las mujeres en las cooperativas agropecuarias y no agropecuarias Las mujeres tienen poca posesión de activos, a través de herencias y sucesiones.
• Se emplean principalmente en el sector estatal.
• Se insertan en los empleos menos valorados salarialmente.
• Tienen insuficiente participación en espacios de toma de decisiones a nivel territorial: Poder Popular, sistemas empresariales y organizaciones.
• Poseen poca participación en formas de propiedad o tenencia de la tierra.
• Poco aporte de las mujeres a la economía familiar en las comunidades rurales.
• Sobrecarga de roles tradicionales, como los domésticos, manualidades, elaboración de conservas y cría de ganado menor.
• Poca autonomía para decidir cómo debe comportarse socialmente y en espacios públicos.
 
Los esfuerzos del Estado cubano para erradicar las desigualdades entre mujeres y hombres han sido acompañados por aportes de organizaciones de la sociedad civil y de instituciones que contribuyen, de manera proactiva, a esta causa. Existen muchos ejemplos de buenas prácticas que hoy constituyen un referente en el trabajo por la igualdad de género. Entre los más destacadas se encuentran:
 
• La Corte de mujeres, desarrollada en La Habana por el Grupo GALFISA del Instituto de Filosofía. Un espacio para concientizar y visibilizar las principales afectaciones de las mujeres de Centro Habana en diferentes ámbitos de la vida.
• Taller de Paradigmas Emancipatorios, desarrollado por GALFISA y el Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr., un espacio para recuperar la perspectiva feminista dentro de las prácticas socia[1]listas. Este evento trasciende la realidad nacional, pues convoca a feministas de países extranjeros y hacen un llamado a visualizar el proyecto socialista cubano desde una perspectiva incluyente y de equidad social.
• Propuesta del Sistema de Innovación Agropecuaria Local (SIAL) para la gobernanza local, desarrollado por el Proyecto de Innovación Agropecuaria Lo[1]cal (PIAL) de alcance nacional.
• Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM), adoptado por Cuba. El PAM intenta igualmente fomentar el debate acerca del tratamiento del papel de las mujeres a nivel público y doméstico en las familias, comunidades, medios de comunicación, organizaciones de masas, políticas, estudiantiles y centros laborales.
• Igualdad de Género para la Gestión con Calidad de la Seguridad Alimentaria (IGECSA), tiene como objetivo contribuir a la seguridad alimentaria disminuyendo las brechas de género, mediante la implementación de un sistema de gestión que promueve y reconoce nuevas prácticas laborales potenciadoras de relaciones más justas y equitativas entre hombres y mujeres, en entidades agropecuarias seleccionadas. Las organizaciones participantes son la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y el Ministerio de la Agricultura (MINAG).
 
Las condiciones para avanzar en la igualdad de las mujeres están creadas, el contexto político lo favorece. Se ha demostrado que las desigualdades de género no se erradican solo con la participación de las mujeres en la vida económica, política, cultural y social del país, sino que también se deben acompañar de acciones que impulsen cambios de actitudes y prácticas culturales en hombres y féminas. Para esta batalla es de gran valor la voluntad política de la máxima dirección del país, y la conciencia de que estas desigualdades frenan el desarrollo de las mujeres y los hombres dentro de la sociedad (Caram, 2014) y obstaculizan el desarrollo económico, político, social y familiar.
 
Referencias bibliográficas
 
-Caram, T. (2014). Las mujeres cubanas entre avances y desafíos. Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, 2, 131-139.
-Centro de Estudios de la Mujer (CEM) y Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE) de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) (2016). Encuesta Nacional de Igualdad de Género. Recuperado de http://www.revistaccuba.cu.
-CEPAL (2010). La igualdad de género. Recuperado de http://www.cepal.org/cgi
-Díaz-Tenorio, M., González, L. y Coderch, G. (2018). Equidad de género y transformación social. Experiencias prácticas en el Occidente de Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 50-72.
-Fonseca, Y., Contreras, O. y Argote, E. (2017). La mujer campesina cubana: el progresivo proceso de empoderamiento. Roca. Revista científico-educacional de la provincia Granma, 13(3), 25-38.
-Ministerio de Justicia (2016). Decreto Ley No. 340 “Modificativo de Regímenes Especiales de Seguridad Social en cuanto a la Protección a la Maternidad y Decreto Ley No. 339 “De la maternidad de la trabajadora”. Gaceta Oficial de la República de Cuba, No. 7.
-Guzmán, J. (2017). Los indicadores de género. La ruta hacia la igualdad. Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, XXVII (2), 133-147.
-Hernández, C. (2008). El género en el trabajo comunitario. Selección de lecturas de género. La Habana: Editorial Caminos, 597-605.
-Hernández, C. y Romero, M. (2014). Diagnóstico de género para el proyecto Bases Ambientales para la Seguridad Alimentaria (BASAL) [manuscrito no publicado].
-Ministerio de Justica (2019). Constitución de la República de Cuba. Recuperado de https://www.gacetaoficial.gob. cu/es/constitucion-de-la-republica[1]de-cuba-proclamada-el-10-de-abrilde-2019
-Mujica, C., León, R. y Medina, I. (2018). Equidad de género en el sector rural: una mirada en el municipio Aguada de Pasajeros. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 93-105.
-Munster, B. y Fleitas, R. (2014). Equidad vs. inequidad de género en el sector agropecuario en Cuba. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.
-Presidencia de la República (2021). Gaceta Oficial de la República de Cuba, No. 14, Extraordinaria. Recuperado de https:// www.gacetaoficial.gob.cu
-Rodríguez, H.R. y Landini, F. (2016). Experiencias y buenas prácticas de equidad de género en el Programa de Innovación Agropecuaria Local en Granma, Cuba. Revista de Psicología Política, 16(37), 335-347.
-Romero, M.I., Benítez, B. y Miranda, S. (2018). Pensar y actuar en clave de género: desafío para el desarrollo agropecuario local. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 317-342.
-Tamayo, N. (2016). Inclusión para el desarrollo. Reto de la administración pública cubana actual. Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, 2, 44-50

[1] Constitución del 2019, Ley de maternidad, Código de Familia, Código del Trabajo y Programa de Adelanto de las Mujeres
[2] Plataforma articulada de desarrollo integral territorial, apoyada por el PNUD
[3] Proyecto de sostenibilidad alimentaria en los municipios, apoyado por OXFAM y CARE en Cuba

[4] Proyecto de fortalecimiento del sistema de alerta temprana, apoyado por el PNUD. 

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